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La dirección de todas las bestias

Con los pies lapidados después de la larga marcha, una especie de aroma la había conducido, y al mismo tiempo motivado a seguir cargando aquel bulto que pesa y suena a cascabel. – ¿Qué llevas en la espalda niña? – preguntaba el hombre de sombrero de paja – Solo mi padre lo sabe – respondía, sin olvidar que el bulto debía permanecer cerrado hasta llegar a su destino. No era la primera vez que su padre confiaba en su olfato y perspicacia. Las referencias que le indicaron a la pequeña fueron los sembríos de los campos aledaños, si no los encontraba, no dudaba en sacar su mapa y preguntar a cualquiera dónde encontrar ciertos frutos o flores, y así la ruta se trazaba, gracias a las respuestas y a los olores. Naranjo – Limón – Manzana – Tulipán – Rosa, era la secuencia vegetal anunciada. – No hay tulipanes cerca pequeña, pero los huertos de rosas no están tan lejos, borda el río y cuando este vire a la izquierda tempestivamente, atraviésalo, veras un puente de rocas cerca,

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